Ciudad de las Jacarandas
Hoy me dispongo a escribir queriendo romantizar mi estadía en la ciudad de las jacarandas: esta, mi hermosa ciudad Guadalajara. Muchas veces —debo admitir— no me gustaba volver a casa. A veces, porque no estaba en el lugar donde quería estar; me costaba volver a conectar con personas; otras, simplemente ya no estaban, y aceptar la realidad de tener que ser intencional, crear nuevos círculos, regar los que tengo y no temer florecer en esta hermosa ciudad que, personalmente, fue un parteaguas para comenzar a vivir.
A veces, o la mayoría de las veces, es muy difícil encontrar contentamiento en un lugar en el que no quieres estar. Pero es justo ahí donde es posible recordar que Dios está en todos los lugares, incluso en aquellos donde no quieres permanecer.
Por muchos años consideré no volver a Guadalajara. Viajar y vivir en otros lugares me había hecho sentir viva, plena, y me permitió crecer en muchos sentidos. El constante miedo de estancarme aquí era algo que no me dejaba dormir, porque, querido lector, al iniciar mis 20 sentía eso en esta ciudad. Poco a poco, mi perspectiva ha ido cambiando; he ido creciendo, reconstruyendo muchas percepciones y, algo muy importante, aprendiendo a aceptar aquello que no me gusta, pero también a luchar y construir aquello que me gustaría ver en mi vida.
Llegar a los 25 es extraño, pero emocionante. Apenas estoy por graduarme; no tengo la estabilidad económica que quisiera; tengo malas finanzas y lucho con esto hasta poder decir con seguridad: “he aprendido a tener finanzas sanas.” Me ha costado volver a creer en las personas, porque en el camino he sido muy lastimada. Me he equivocado, y me he dado cuenta de que el juicio a mí misma no me llevó a ningún lado. Poco a poco he ido creyendo que Dios me ha perdonado, y que los errores que he cometido en mis 20, en sus manos, pueden traerle gloria a Él, y son cubiertos con gracia.
Volviendo a la idea inicial: he considerado fuertemente, después de graduarme, volver a esta ciudad. Pero pienso: ¿eso quieres, Dios? ¿Es tu voluntad? Siempre he dado pasos así de trascendentales —como vivir, estudiar o mudarme— con el "sí" de Dios. Pero ahora que lo pienso, sería irónico y gracioso volver al lugar del que solía huir, que no me gustaba… pero que desde hace meses ha vuelto a latir en mi corazón, y en el que puedo ver propósito.
Me da mucho miedo equivocarme, porque dicen que las decisiones que tomamos en nuestros 20 son importantes, dado que comenzamos a construir la vida adulta. Pero, aun así, quiero ser valiente para dar los pasos que Dios quiera y confiar en Él. Tal vez no regreso, y tal vez solo mi corazón es sanado. O tal vez sí regreso, me planto y florezco. Tal vez me caso y me mudo con mi esposo. O tal vez me voy a estudiar la maestría a España, o como por mucho tiempo soñé, me voy a Hillsong College y hago la maestría.
En fin, a donde sea que vaya, solo quiero una cosa: disfrutar a mi Señor y deleitarme en Él, servirle y serle útil. Querido lector, he abierto mi corazón, y también me recuerdo —y te recuerdo— confiar en la soberanía de Dios.
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